Ni te conseguí, ni te conseguiré nunca, creo. Unas palabras, un avance, como en el bar anteayer, y nada más. No digo que no sea una pena. Pero a veces los del Arte, con intensidad mental, y, claro, solo por poco tiempo, creamos un deseo, el cual casi como materia se aparece. Así, en el bar, anteayer —ya con mucha ayuda de la bondadosa ebriedad— poseí media hora perfecta, erótica. Y lo entendiste, a fe mía, y te demoraste algo más adrede. Esto fue una gran necesidad. Porque, con toda la fantasía y con el alcohol brujo, necesitaba ver también tus labios, necesitaba que tu cuerpo cerca estuviese.